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lunes, 4 de febrero de 2013

LA REDENCIÓN DE McALLEN


McAllen se ha pasado desde los once años, edad en la que cometió su primer atraco a mano armada, huyendo de la bofia. La protección que le suministró la familia O’Leary fue más que suficiente para que dejaran de pisarle los talones y disfrutar de un más que confortable status dentro del mundo mafioso en el que empezó a moverse. Por supuesto, era un joven bastante obediente, leal y muy servicial. Nunca tuvo una mala palabra o una acción que indicase que él, en el momento de “las operaciones”, tal como las llamaba el Don, era el que estaba al mando. Al contrario, permitía que otros decidieran que era lo que había que hacer; eso sí, siempre bajo mando de Mr. Ryan O’Leary, el patriarca de la familia.

Durante cerca de treinta y cinco años había servido a O’Leary, en conclusión, con grandísima diligencia. Pero, sin embargo, ahora tiene otras preocupaciones. Y es que, aparte de huir de la policía en sus años mozos, se ha visto de nuevo envuelto en una huida más extraña aún si cabe: sus propias víctimas le persiguen de manera implacable. Da lo mismo si está comiendo en un restaurante, si sale a dar un paseo en coche o a punto de irse a dormir. Los espíritus de sus víctimas, cruelmente asesinadas, siempre están allí… y no parecen tener intención de cejar en su empeño de hacer de su vida un infierno.

McAllen sin embargo no se arrepiente en absoluto de lo que hizo, ya que todo fue ordenado por el Don, y es solo ante él cuando rinde cuentas. Así pues, comenzó a volverse taciturno, solitario y, en ocasiones, hasta paranoico. Empezó a ir más asiduamente a la iglesia de lo que ya acudía, pero todo era en vano. Por supuesto, no se atrevía a hablar de esto con nadie, ni siquiera con los más allegados, pues le tacharían de loco a la primera de cambio.

AMIGAS PARA SIEMPRE (Agente Del Caos) Cap. IV Parte 2



Encontré una maravillosa furgoneta de amplio espacio en la parte trasera que me servía para acomodar a cada una de ellas. Abrí la puerta gracias a mis amplios conocimientos de cerrajería e hice un empalme con los cables del arranque. Miré a ambos lados, asegurándome de no ser visto, y arranqué hasta llegar a mi destino.

Tardé aproximadamente unos diez minutos en aparcar; lo hice en el sitio menos iluminado posible de la casa de la esquina. Y allá esperé hasta que fuera de noche. Pasadas un par de horas, en las que me baje en tres ocasiones a fumar, pues no quería joder la tapicería de la furgona, manías que uno tiene, el reloj marcó las nueve y media. Supongo que las nenas habrían hasta cenado, así que empezaría por la casa que estaba en la esquina.

Salté la pequeña valla con agilidad felina y atravesé el césped medio agachado. Había luces en la casa, tanto en la planta de arriba como en la baja. Posiblemente ella estaría a punto de irse a dormir. Aún no sabía de quien se trataba, pero cariño, vas a ser la primera afortunada de esta noche. Fui hacia el muro y, juro que aunque parezca una casualidad increíble, me encontré, mientras buscaba algún asidero para subir, una escalera de metal apoyada contra la fachada contigua. No perdí más tiempo del necesario y subí por esa escalera hacia la segunda planta; hice pie en el tejado para comprobar si era sólido. Como me pareció bastante estable, procedí a avanzar a cuatro patas lo más agachado que pude hacia la ventana.

AMIGAS PARA SIEMPRE (Agente Del Caos) Cap. IV Parte 1



Nunca me ha gustado recibir órdenes, lo confieso. Es algo que me saca de quicio, porque no deja lugar alguno para la interpretación individual. Esto mismo me pasa en mi trabajo, como cocinero… me parece bien que te indiquen unas pautas a seguir, como es lógico; pero, a medida, que se coge experiencia, una de las cosas que no aguanto es que siempre tenga un ojo detrás de mi que me vigile constantemente para ver qué tal hago las cosas.

Estas últimas semanas habían sido muy prometedoras. El poder que me había sido otorgado vino conjuntamente con unas “lecciones” de contención por parte de Jia Li. No es que nos pusiéramos a hacer Tai Chi en el jardín de algún aburrido multimillonario, pero sí que es cierto que aprendí bastante de sus enseñanzas, sobre todo en lo que se refiere al control de mi precioso cuchillo y la canalización de mi poder a través de él. No en vano brillaba mi mano cada vez que lo empuñaba. Hubiera sido estúpido de creer que solo era un tuneado para que la palma me luciera bonita.

Tardamos un par de meses… miento; en realidad fue aproximadamente cuatro… aunque quizás rozáramos el medio año. La cuestión es que aprendí a manejar aquella arma mortal mucho mejor de lo que hubiera supuesto; y sin pagar ni un chavo ni medio, lo cual no es poco, dada la desaceleración económica que sufrimos hoy en día. Y tampoco es que me guste demasiado alardear de mí mismo como si fuera Dios sabe qué en Dios sabe dónde, pero la verdad es que Jia Li estaba satisfecha con los avances de su preclaro alumno.