Esta historia ocurrió realmente durante un invierno en el reino de
Fereb. El rey Nelik, quien las crónicas describen como un inútil en potencia,
salió de caza un invierno, en la época de la tradicional caza del oso de los
bosques. Aquel inmenso verdor era ahora un manto blanco, producto de la
interminable nevada que había caído dos semanas antes.
El rey Nelik se levantó temprano, pues quería aprovechar las pocas
horas de sol que el día le propiciaba para llevar a buen puerto su empresa. Los
criados se afanaron para vestir al rey de acuerdo con aquella ocasión y el
miraba su porte, orgulloso, en el espejo. Tras un desayuno algo frugal en la
sala de invitados, mientras la chimenea rugía con un fuego crepitante, el rey
Nelik cogió el viejo arcabuz con el que su padre había luchado en las guerras
contra los Torelianos, pensando que representaría un gran honor matar al oso de
los bosques con aquel artilugio.
Vestido, desayunado y armado, el rey Nelik se hizo acompañar de un gigante
como montura (Pues el rey era de corta estatura) y se acomodó en una especie de
arnés que previamente habían puesto sobre la joroba de aquel maltrecho
monstruo. Nelik arreó con un arnés al gigante, y este echó a andar por el
camino que conducía a los nevados bosques de su reino.
Pasó aproximadamente una hora antes de que el rey se decidiera por uno
de los robustos y magníficos árboles que adornaban la extensa llanura. Se
trataba de un abeto de fuertes ramas y altura considerable. El rey Nelik,
ansioso como era, dio el alto al gigante y le ordenó que se alzara cuanto
pudiera en su altura. El rey alcanzó así la rama más gruesa y subió a ella.
Cogió el arcabuz y cebó la mecha. Quería estar preparado para cuando el oso
apareciera sin correr ningún riesgo. Ordenó al gigante que se fuera de las
proximidades para no estorbar su regio objetivo y este comenzó a andar.
El rey Nelik preparó entonces la yesca y el pedernal para hacer fuego
y comprobó que el frío no sería obstáculo para ello. Frotó las dos partes con
energía. Al tercer intento varias chispas saltaron juguetonas y una de ellas
prendió la mecha de arcabuz del rey, que disparó con un sonido estruendoso. La
casualidad (o la torpeza del rey) hizo que aquella arma se disparara en
dirección al gigante, atravesando una bala su cabeza. El pobre desgraciado cayó
al suelo cuan largo era muerto al instante. Y el rey Nelik, sorprendido por el
hecho, mas no por su torpeza, fue incapaz de reaccionar.
Dos días más tarde, se organizó una batida, pues el rey no había
regresado ni se tenían noticias de él desde su refugio de invierno, que estaba
a unas horas de distancia del palacio. A mitad de camino, le encontraron subido
en la rama más gruesa del más grueso roble, con el semblante azul, congelado
por las inclemencias del tiempo y la fría noche.
En el suelo, a escasos metros del árbol, yacía lo que los lobos habían
dejado del gigante. Bajaron al rey como pudieron y dejaron al gigante congelado
en el bosque. La noticia se extendió al instante por todo el reino y hasta la
última casa del más humilde labriego supo de la última gesta de su majestad.
El rey ha muerto; viva el rey.
Que bueno!Como siempre me dejas sin palabras,me encanta poder leer estas historias llenas de fantasías,como lo querían al gran pequeño rey!.
ResponderEliminarFelicidades.
Un saludo
¡Buenas Elisa!
EliminarTenía que ponerme al día con los comentarios, así que allá vamos. Paradójicamente a lo que me esperaba, esta historia no ha tenido muchos lectores (tal vez se deba a que es corta, no tengo ni idea) pero, sin embargo, es una delicia ver que alguien como tú ya no lee, si no que devora todo cuanto encuentra en mi blog. ¡Muchas gracias por enésima vez y recuerda que siempre eres bienvenida!
¡Un saludo!
Para gusto los colores!Aunque sean cortos,largos,fantasía yo los vivo sin más!
EliminarMe fascina lo que leo,y como bien dices devoro tú blog y las gracias te las doy yo por hacerme viajar en cada relato!
Felicidades.
Un saludo en la distancia.
¡Hola Elisa!
EliminarQueda mal que lo diga yo pero, como reza un dicho: Lo breve, si bueno, dos veces bueno. Muchas gracias por contestarme.
¡Un saludo grande!