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miércoles, 31 de octubre de 2012

AGENTE DEL CAOS (Agente Del Caos) Cap. I (Parte 2)



No reparé en aquella otra persona; estaba sentada placidamente en una silla, una pierna por encima de la otra. Era una mujer joven, asiática, de tez pálida, cabello largo y negro recogido en una coleta y cuerpo delgado. Aparentaba unos veinticinco años y vestía al modo tradicional chino. Estaba medio en penumbra, medio en la luz. Miré hacia allá y, cuando la vi, se levantó de la silla. Era anormalmente alta en relación con las mujeres de su raza, pues mediría alrededor de uno ochenta, y no me sacaba la cabeza por poco.  Siguió hablando en un castellano muy correcto.

- Hunluan significa caos y tu eres su agente. Uno de los pocos que pueblan el mundo; y, como tal, debes de servir a los designios para el que has sido nombrado.

- ¿Qué?¿Te refieres a una niña diabólica de unos diez años que se apareció en mi casa porque sí?¿Eso quieres decir?

Ella, en vez de turbarse, sonrió. Casi se podría decir que se estaba burlando de mi.

- No; ella es uno de los innumerables instrumentos de los que se sirve el equilibrio. Tu eres un compañero del equilibrio, un agente del caos. Cuando uno cae, su opuesto desaparece. Ese es el renacer de otros dos. Y, como tales, estáis destinados a cumplir la misión del equilibrio universal.

- Oye… todo esto queda muy Zen y muy bonito, pero verás… Os habéis equivocado de persona. Yo no tengo nada que ver con esto. Solo soy una persona normal y corriente en una ciudad corriente. Todo esto me parece un poco… como un cuento.

La joven china me escuchó pacientemente, pero sin oír nada, porque prosiguió con sus disertaciones.

- Madre Zhi ha penetrado en tu corazón y ha visto en sus ojos ciegos tu alineamiento. Ella no se equivoca nunca, y tu perteneces a ese signo. A él debes tu vida y tus acciones. No puedes evitar ser lo que eres, de la misma manera que tampoco puedes ignorarlo.

- Muy bien; supongamos entonces que tienes razón, que la señora Zhi no se equivoca nunca, y que soy… eso que has dicho. ¿Qué se supone ahora que tengo que hacer?

- En el mundo siempre hay quien atenta contra el cero. Ese punto clave en el que se sostiene todo el universo infinito. Por eso nos debemos a dos fuerzas complementarias y a la vez contrarias, dos fuerzas de las que tu y varios más sois presencia mortal en el mundo. Vuestra es la misión de velar por el equilibrio universal haciendo lo que sea necesario, pues aquí el fin lo es todo.

- ¿Quieres decir que… que si llegara al caso tendría que matar?

- Si es necesario… todo vale en pos del equilibrio. Lo vivo está en concordancia con lo muerto, el día con la noche, el mar con la tierra y lo material con lo espiritual… todo tiene no su contrario, sino el equilibrio entre las fuerzas. Esas líneas se rompen constantemente, y depende de los agentes del orden y del caos el que eso sea remendado.

Creo que en ese momento, me rendí. Se me acabaron las preguntas, aunque tuviera la cabeza llena de dudas. Siempre he sido una persona bastante cabezona, dura de mollera y, en ocasiones, aferrado a mi realidad, aceptándola como se acepta que el cielo es azul; pero esto… esto sobrepasaba como mucho mi capacidad de imaginación, que era algo escasa. La joven me invitó a pasar a través de las cortinas por donde un instante antes se metió la anciana. Acepté la invitación y ella me siguió.

Lo primero que me encontré, fueron unas escaleras que conducían hacia abajo. Estaban escasamente luminadas por tres bombillas desnudas en hilera. Bajé hasta una habitación donde supuestamente estaba la mujer vieja. La estancia era mayor de lo que en un principio había creído. De hecho, era enorme. Y, a pesar de las dimensiones normales del local, aquella habitación al menos le doblaba el tamaño.

 Las paredes estaban desnudas y parecían esculpidas en roca viva. En el mismo centro de la sala, había una mesa octogonal de media altura y, en el centro de esta mesa, un juego de esos de bolas de movimiento perpetuo que se chocaban constantemente y se asemejaban al sonido de un carillón. Sentada en un cojín inmenso, se encontraba la vieja oriental. Si no supiera que era ciega, pensaría que estaba contemplando aquella maquina de movimiento perpetuo. La luz que iluminaba únicamente la mesa y alrededor de un metro de diámetro de esta, provenía de alguna parte del techo. Era tan intensa, que se diría que estaba suspendida en el aire, ya que no se veía ningún cordón o cable. Miré hacia atrás, y la enigmática joven me señalo con la cabeza que fuera hacia ella.

Allá fuimos los dos. Me invitó a sentarme con un gesto de la mano y me puse a un lado de la anciana mientras ella se ponía al otro. Cuando la anciana se percato de nuestra presencia, hablo con la joven en su incomprensible idioma y esta le contestó de manera pausada, como cuando habló conmigo allá arriba. Mientras hablaban, mire en derredor y ante nosotros se extendía la completa oscuridad. Aún así, notaba como había cientos de presencias, como si algo allí en la oscuridad respirara. Escuchaba atentamente jadeos y respiraciones entrecortadas y las voces de las dos mujeres se silenciaban gradualmente en mis oídos. Solo escuchaba aquella habitación, aquel santuario salido de Dios sabía dónde. Finalmente, cuando la joven se dirigió hacia mí, deje de oír esos hechiceros suspiros.

- Madre Zhi pregunta que por qué tu corazón esta receloso de lo que se te ha desvelado.- dijo dulcemente.

- Esto… esto es difícil de creer.- contesté.- El hecho de encontrarme aquí, cuando hace cinco minutos estaba en una tienda de todo a cien… Eso ya supera todo lo real.

La joven le tradujo a la anciana lo que le dije y me concentré en ellas dos solo por no oír esos latidos de respiraciones que se agolpaban a nuestro alrededor. Es más, luchaba hasta contra mi voluntad para no volverme y, mucho más, para no echarme a correr.

- Madre Zhi dice que en esta sala debes dejar que el conocimiento te llene tal como el agua a una jarra. Solo en este sitio lo lograrás. Lo que afuera hay tras el circulo de luz no son mas que sombras de dudas.

- Te aseguro que queda muy bonito así dicho, pero lo cierto es que todo lo que a lo largo del día ha ocurrido, me resulta muy, muy irreal.

- El miedo no aliado, compañero de equilibrio.- dijo entonces la anciana en un pasable castellano.- A partir de ahora, verás cosas que agotan alma, cosas que no creer. Cosas que permanecen en las sombras. Esta noche ver una de ellas, ¿verdad? Un Kuei te avisó de ello.

- Un Kuei es para nosotros un fantasma, un ente maligno. Suele engañar a las personas débiles para que ocupen su lugar en el abismo.- explicó la joven.

- ¿Y esto que tiene que ver conmigo?¿Por qué se me apareció a mi entonces?¿Quería mi condena o así? - pregunté.

- Kuei espíritu atormentado. Sirve tan bien al equilibrio como los benévolos. Salvación para él posible si manda almas al infierno. El escoge Hezuo huoban  en tierra. Ser alma perdida. Tu traer almas perdidas al abismo.

- ¿Qué es eso?- pregunté.

- Significa compañero. La muerte a través del alma en sueños atrajo a este Kuei hacia ti y el, a través del equilibrio, te escogió para ser su compañero.

- ¿Quieres decir que tengo que matar a otras personas para que ese maldito fantasma se libere de su castigo?

- No castigo.- contestó la anciana Zhi.- Solo querer salvación. Tu ser instrumento de Kuei y el ser de equilibrio. Tu servir a equilibrio.

- Tu alineamiento es del caos, puesto que ayudas a un espíritu atormentado a liberarse y a optar por el perdón eterno. Debes de destruir una vida corrupta y malvada y mandarla al fuego purificador.

- Eso es un asesinato.- contesté.- Me parece increíble lo que estáis diciendo. Esto es la edad contemporánea, no el medievo. No se puede matar a nadie por ninguna razón, y mucho menos para salvar a un espíritu. Es de locos…

- Tu misión no es matar a una persona.- replicó la joven oriental.- Es devolver todo cuando desestabilice al equilibrio a su línea correspondiente. Si matas, la sola acción de matar puede desnivelar la balanza. Es lo que te ha pasado mientras dormías; tu fuerza ha costado una vida. Y esa vida ha consumido otra. Son dos desajustes que hay que resolver. Y eso es lo que está pasando ahora. Debes aceptar lo que se te dice, pero no por orden nuestra, sino por designio superior. Llámalo Dios, Buda, Alá o como te plazca, pero no deja de ser una fuerza omnipotente que nos sostiene a todos.

- Entonces, ¿no se trata tan solo de matar a una o varias personas para que ese Kuei descanse?¿Es mucho más que eso?

El asentimiento de la anciana fue más que suficiente para dar una respuesta. Noté como se me caía el alma a los pies y me preguntaba cómo pretendían que cumpliera mi misión. La anciana habló esta vez.

- Jia Li enseña bien. No debes de dejar tu vida atrás, pues eso es parte de ti ahora. Tienes que seguir como ahora. Solo que ahora sabes más. Jia Li se encargará de ti y te dirá como hacer. En este mundo existen Kuei crueles disfrazados de hombres y mujeres. Tu deber es acabar con ellos. Jia Li explica a ti como se hará, pero no aquí. Este sitio es centro. Debes salir de aquí.

Hasta ahora no noté que, aparte de la luz que nos iluminaba a nosotros, no había ni una luz ni media; es decir, el pasillo con las escaleras que nos condujeron hasta abajo, había desaparecido y solo quedamos allá nosotros tres, en aquella mesa con esa maquina de movimiento perpetuo, esa especie de luz flotando en la nada y, alrededor, la oscuridad. La anciana miró hacia el frente y, como si ya estuviera allí, apareció a unos diez metros el pasillo escalonado hacia arriba y sus tres bombillas de cables pelados.
La joven me exhortó que fuéramos hacia la escalera y dejamos a la anciana en ese espacio abierto rodeado de tinieblas. Mientras subíamos, ella delante de mi, recobré el habla.

- ¿Quién es Jia Li?¿Y que tengo que aprender?

- Tienes que aprender a ser un agente del caos. Saber que tu misión consiste en devolver al azar lo que es del azar o, dicho de otra manera, devolver todo mal al caos. Serías algo así como un exorcista de las fuerzas del mal.

- ¿Sirvo entonces al mal?- pregunté extrañado.

- No; sirves al caos. El caos no es el mal. Aquí no existe bien ni mal. Estás por encima de esos conceptos. El caos y el orden sirven a un propósito mayor, que es el susodicho equilibrio. Todo fluye de ello. Para cada acción una reacción, sea provocada por el orden, o por el caos. Los desajustes, como antes mencioné, son frecuentes y perpetuos, jamás se extinguen, porque ese propósito mayor esta en permanente movimiento. Depende de las fuerzas del orden y del caos equilibrarlo.

- ¿Y quién me va a enseñar todo esto?

Acabábamos de subir las escaleras y ella se volvió hacia mi e hizo una breve inclinación de cabeza.

- Yo soy Jia Li. Seré tu maestra y enlace entre tú y la anciana madre Zhi. No te puedo enseñar mucho, ya que la mayoría de las cosas que aprendas serán por tus actos y por tu libre albedrío. A veces estará bien lo que hagas, y a veces mal, pero siempre aprenderás algo. Tienes que seguir con tu vida, tu trabajo, tus amigos, con todo lo que te rodea, pero sabiendo una cosa más; que ahora perteneces a la rueda que hace girar el universo y que, ante todo, esta es tu obligación principal. Cuando algo tambalee la estabilidad, tu deber es repararla. El no hacerlo, puede ser desastroso.

- ¿Hay más personas que saben esto?- pregunté intrigado.

- ¿Aparte de ti? Muchos de ellos, como los que guardan este sitio, no tienen un plan maestro establecido. Son guardianes neutrales, intocables para el caos y el orden. Pero los agentes del caos y del orden… encontrarás muchos a lo largo de tu vida; deberás en algunos casos respetarles y, en otros, acabar con ellos, de la misma manera que ellos harán lo mismo contigo. Creo, si no me equivoco, que dispones de una herramienta para tu cometido,  ¿verdad?

Me acordé de aquel cuchillo envejecido. Lo dejé en casa, en la mesilla de mi dormitorio. Pero, para sorpresa mía, Jia Li se echó la mano a la espalda y lo sacó enfundado. Me lo entregó con una media sonrisa.

- Este es el cuchillo de las almas enjauladas. Es un arma antediluviana que muchos antes que tu lo han llevado honrosamente al servicio del equilibrio. Nunca te separes de él, pues es invisible para los mortales excepto cuando bebe la sangre de sus adversarios. Lleva tu signo ahora grabado en la empuñadura. La hoja oxidada marchita el alma y la devuelve al fuego eterno en espera de su pronta salvación. Este cuchillo jamás debe usarse a la ligera y solo contra tus enemigos. A ti nunca te hará daño, pues eres inmune a su hoja. Pero, como todas las armas del equilibrio, debe usarse con sabiduría y cuando te sea encomendado.


Guardé el arma bajo mi chaqueta, medio creyendo lo que me decía aunque, como pude comprobar más tarde, absolutamente todo era cierto. Me miraba con atención, como un naturista que encuentra una especie absolutamente desconocida. Bajo esa mirada, me sentí momentáneamente incómodo. Luego, me llevó al rincón donde la vi por primera vez y me cogió de las manos.

- Ve con cuidado, te lo pido, y por enésima vez, jamás digas a nadie lo que eres, pues el solo hecho de mencionarlo atraerá a todas las fuerzas contra ti y te destruirán. Si necesitas ayuda o consejo, acude aquí. Madre Zhi siempre dará respuestas en la casa de las almas.

Jia Li se acercó a mi y me besó en la frente. Tras eso, se separó de mi y alzó la mano a modo de saludo. Entonces pude ver, no sin ocultar mi asombro, que en su mano brillaba un signo como hecho con fuego; un signo que, a pesar de ser distinto del mío, guardaba semejanza con el que yo mismo tenía en mi propia palma. Alcé la mano mientras me alejaba de la trastienda como una despedida y atravesé el almacén. No había ni rastro de los tres chinos que me agredieron, pero si del tendero, que me miró curioso y, acto seguido, esbozó una sonrisa que parecía hasta autentica y todo.

- Espero verle pronto, señor.- enunció sin reducir ni un ápice ese gesto sonriente.

- Eso espero yo también.

- Cuídese, señor.- y volvió de nuevo a su mostrador.

Salí de aquella tienda, y de aquel callejón. Cuando volví la cabeza, mientras me alejaba y llegaba a la esquina de aquella fachada, pude observar de pasada que, en aquella pared de color confuso, había una retahíla de pintadas en la que, por azar o por casualidad, se encontraba la marca que había visto en las manos de Jia Li. Quizás fuese una manera para indicar que allá mismo estaba el santuario donde la joven asiática servía al equilibrio.

Por mi parte, eché la mano al costado, para notar el cuchillo bajo mi chaqueta, un arma que solo yo podía sentir. Y caminé calle abajo, sin tener ni idea en donde me había metido o que es lo que me depararía el futuro. Ahora era algo más que una persona común y corriente.

Soy un agente del caos.

2 comentarios:

  1. Genial primer capítulo, me encanta el protagonista que ya aquí va tomando más conciencia y asume su lugar.
    Me ha llamado mucho la atención que aquí no encontraremos bien y mal como estamos acostumbrados, si no orden y caos. :D
    Seguiré leyendo porque estoy intrigada por saber cómo se enfrentará, a quién, dónde...
    ¡Un abrazo!

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    Respuestas
    1. ¡Hola Cande!
      He puesto mucho empeño y esfuerzo en este caballero andante del siglo XXi, así que espero que los demás capítulos sean más que satisfactorios para tus ansías innatas de leer

      Nos vemos y gracias por comentar
      ¡Un abrazo!

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