ETIQUETAS

jueves, 27 de septiembre de 2012

HIGHWAY TO HELL


No stop signs, speed limit
Nobody’s gonna slow me down
AC/DC


Acabo de llamar a la policía.
Así, sin más; espero que, tras esta llamada se acabe todo de una vez y pueda dejar atrás estos episodios de locura.

Veréis:
Hace unas horas atropellé a un joven. Sencillamente no lo vi; yo solo estaba conduciendo, y conducía por debajo de los límites. Entonces cruzó la calle. Todo esto ocurrió en las afueras de la ciudad. Dios, como tiemblo al pensarlo. Iba con mi Nissan, un todo terreno con tracción y… fue espantoso. El chico salió despedido por encima de mi coche. Creo que quiso saltar para evitar el choque. Intentó saltar hacia atrás, pero no me esquivó. Pasó por encima del coche y os aseguro que lo vi a cámara lenta. Llovían folios de su carpeta y el se movía en el aire como un muñeco de trapo. Era de noche, la calle tenía poco alumbrado, muy pocas farolas (era el extrarradio de la ciudad, como he dicho antes) y aquel joven era la única persona que paseaba por la calle en ese momento.

Yo no iba muy rápido, ¿sabéis?, y no recuerdo que hubiera pasos de cebra o algún semáforo que me indicara que parase… no lo recuerdo. Solo recuerdo que daba volteretas por encima de mi todo terreno y que me pareció macabro… muy macabro.

Cuando cayó al suelo lo hizo sin gracia alguna... sonó como un saco lleno de tierra que cae en un barrizal. Lo primero que pensé fue en eso, en cómo había sonado. Después frené. Me quedé paralizado., presa del pánico, del terror. Miré (me atreví) por el retrovisor y allí estaba.

Tendría el cuello roto, a juzgar por el ángulo sospechoso que formaba con el resto de su cuerpo, al igual que las dos piernas y seguramente un brazo… la ropa estaba empapada con su sangre. Era un espectáculo atroz. La sangre empezaba a teñir de rojo el asfalto. En ese momento hice lo que nadie debería de hacer, lo que tantas y tantas veces hablamos de no hacer, pero que es casi instintivo el tener que hacerlo; lo hice, sí. Y me arrepiento, pero ya es tarde para eso. Huí de allí. Arranqué y me marché dejando al muchacho y su carpeta y sus folios… le dejé allí, sin prestarle auxilio, aunque ya no lo necesitara, sin esperar a que la policía llegara… Me fui.

Al kilómetro paré en un pequeño descansillo de carretera y bajé del coche para ver en qué estado se encontraba la parte delantera de mi vehículo. En el parachoques y en los focos había sangre… y aún goteaba. Me temblaban las manos y me las froté obsesivamente como si tuviera frío. Miré a ambos lados de la carretera. No aparecía nadie.

Fui al maletero del Nissan y saqué de allí una esponja que utilizo para lavarlo y un cubo con una botella medio llena de agua dentro de él. Empecé a limpiarlo. No fui consciente hasta después de ponerme de nuevo al volante que, mientras lo limpiaba, estaba llorando. En aquellos instantes alguien habría encontrado al muchacho, seguro que alguien estaría llamando a la policía o a una ambulancia… ya lo habrían encontrado, sin ninguna duda.
Volví a mi asiento cuando hube limpiado a conciencia el coche y me quedé allí por lo menos dos minutos. Fue cuando pensé seriamente la posibilidad de llamar a la policía, pero fue un pensamiento meramente fugaz.

Veréis:
Me había dado a la fuga. Tenía que haberme quedado allí y llamar sin demora pero no lo hice. Las cosas hubieran tenido otro tipo de solución, pero no fue así. Me rendí a la evidencia de que ya era tarde, había abandonado el cuerpo en la carretera… y no había marcha atrás. Arranqué el coche y fui hacia mi casa. Puse la radio para distraerme y salió AC/DC cantando algo de un camino hacia el infierno. Cambié de emisora al instante; demasiado premonitorio.

Llegué a casa y aparqué en el garaje. Abrí la puerta que comunica con la cocina y pensé que no estaría de más tomar un poco de cualquier cosa que llevara alcohol… tal vez con hielo. Saqué tres rocas del congelador y las metí en un vaso de vidrio con filigranas doradas y plateadas. En la misma oscuridad pasé al salón hacia el aparador de las bebidas; me serví una generosa cantidad de Coraçao.

En ese momento pensaba en emborracharme, pero cavilando más fríamente me eché atrás con aquella absurda idea. Ya había sido cobarde una vez dejando a ese chico muerto en la carretera. No lo iba a ser por segunda vez. Por eso sé que no estaba borracho, sino muy sobrio cuando ocurrió.

Subí a mi cuarto para desnudarme e intentar dormir (siempre con el Coraçao en la mano) pero, al entrar en mi dormitorio, me quedé paralizado. El vaso se me cayó de la mano y oí que se rompía en mil pedazos contra el parquet a lo lejos, como si lo hubieran roto desde mi salón.

Veréis:
Mi dormitorio estaba lleno de folios, la mayor parte con manchas rojas. Estaban por todas partes. En la cama, en el escritorio, en la mesilla, en las estanterías e incluso en el suelo. La ventana abierta hacía que los folios se mecieran a merced del aire y me señalaban, os juro que me señalaban como el culpable. Pensé en la lluvia de folios salidos de la carpeta que portaba el muchacho y entonces caí de rodillas y me tapé la cara con las manos. Estuve así un buen rato; cuando me atreví a mirar de nuevo, no había ni rastro de folios, pero sí de sangre; sangre que manaba de mis rodillas al clavarme trozos de aquel vaso de cristal.

Fui al baño como pude porque aquello empezaba a doler; encendí la luz allí, sentado en el water; empecé a quitarme los cristales con unas pinzas. Dios, que dolor. Me lo desinfecté cuando me quité los pantalones y me puse gasas con esparadrapo; luego, en el lavabo, me aseé las manos y la cara y entonces vi el rostro del muchacho por el mío al retirar la toalla para secarme. Me tambaleé hacia atrás, tropecé con el felpudo de la bañera y caí al suelo todo lo largo que era dándome un buen golpe en la cabeza.
Ante mis ojos empezaron a abrirse capullos negros que nublaban mi vista y mi consciencia. Me impuse arrastrándome hasta una habitación, sin preocuparme por la luz del baño ni por la pequeña brecha en mi cabeza. Al llegar a mi cuarto, medio cuerpo dentro, medio fuera de la cama, me desmayé.

Esto es lo que pasó. Cuando desperté pensé en que no podría soportar este cargo de conciencia durante mucho tiempo. La imaginación, el estrés y el miedo me hicieron ver cosas que negué o dejé allí por cobardía. Ahora es de día, las cosas ya las veo más claras; las vi claras al despertarme. Tenía que llamar a la policía. Busqué el móvil por los bolsillos del pantalón que llevaba anoche, pero luego caí en que estaba en la chaqueta, y esta estaba en el coche. Fui abajo, no muy convencido de llamar; tenía claro lo que había hecho, de acuerdo, pero no quería llamar a la policía. Necesitaría un empujón, algo consistente.

Y así fue; así fue cuando fui a por la chaqueta.

Veréis:
El parachoques del coche estaba manchado de sangre. Y no dejaba de manar.

8 comentarios:

  1. Guau, chaval!! Buenísimo!!
    No puedo decirte más. La conciencia a veces es la verdadera película de terror, estoy segura de eso...

    Un besazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aunque la idea está más usada a más no poder, siempre he pensado justo lo que has comentado; que, si tienes conciencia de que has hecho algo verdaderamente malo, esto te va a perseguir de manera implacable. De este pensamiento, Highway To Hell...

      ¡Gracias por tus comentarios!

      Eliminar
  2. Tienes una forma de construir tus relatos muy original, en este caso el "veréis:" es muy efectivo, y eres muy bueno con los principios que a mi tan mal se me dan.

    Respecto a la historia en sí, magnífica. Si el principio es bueno, el final es de pesadilla.


    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Al final, como un tomate me vas a poner...
      El tema de la repetición de una o varias palabras a lo largo de un texto, como este, es algo en lo que a veces caigo, pero lo hago con la intención de intentar crear un clima un poco asfixiante. Cuando escribí esto en borrador, cada párrafo tenía esa palabra al comienzo, pero una cosa es asfixiar y otra muy distinta es cansar. Gracias miles de nuevo por el comentario y espero que todos los que posteriormente te leas te parezcan igual de buenos que este.

      Por cierto: Eso de que se te dan mal los principios, quítatelo de la cabeza. Siempre he dicho que tienes unos comienzos muy cotidianos, muy de la vida real, para luego dar el mazazo y eso tiene mucho mérito.

      ¡Un saludo y un abrazo!

      Eliminar
  3. Te suscribo, Candela, los comienzos son muy buenos, y las historias de lo más originales!
    Chico, qué bien montao tienes el negocioooo!! Jajaja! Me alegro mucho!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Retiro lo dicho... No vais a ponerme como un tomate. YA lo habéis conseguido. Por favor, que tanto halago es malo para la salud...
      Gracias por vuestra aportación.
      ¡Un saludo muy grande!

      Eliminar
  4. Guao!! Te has pasado tres pueblos con todos mis respetos buenísimo, AC/DC me encantan esos tíos,Dios,el momento de la copa de CoraÇao,el teléfono todo en sí!!
    Felicidades sin más!
    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te lo he dicho ya reiteradas veces, pero me veo en la obligación de repetírtelo: Me vas a dejar sin relatos que poder enseñarte, leñe :P. De todas maneras, como también viene siendo costumbre, te animo por igual a que sigas pasándote por aquí y eches un vistazo a todo cuanto gustes.

      ¡Gracias por tus ánimos y un abrazo!

      Eliminar